Cuadros de depresión, ansiedad e ideas suicidas se incrementaron alarmantemente en los países latinoamericanos. La OMS y OPS sugieren a los gobiernos realizar políticas de apoyo a la salud mental del personal médico y de la población.
La pandemia causada por el COVID-19 dejó muchas secuelas en la población, una de ellas es la afectación a la salud mental. La Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Panamericana de la Salud (OPS) establecieron que algunos de los efectos negativos son los cuadros depresivos, el incremento de la ansiedad y una tendencia suicida entre las personas, incluido personal de salud. De acuerdo a un estudio de la OMS la convivencia de las personas con la enfermedad COVID-19 provocó un importante repunte de las padecimientos mentales, aumentando en un 25% la ansiedad y la depresión, reproduciéndose los mayores cuadros de estas enfermedades en los países donde la pandemia tuvo un mayor impacto. Asimismo, se identificó que hubo un mayor nivel de inclinaciones suicidas entre los jóvenes. En ese sentido, la institución sugiere a las autoridades mejorar los canales de atención en línea.

“Aunque la pandemia ha generado interés y preocupación por la salud mental, también ha puesto de manifiesto la histórica falta de inversión en servicios de salud mental. Los países deben actuar con urgencia para garantizar que el apoyo a la salud mental esté disponible para todos”, indicó Dévora Kestel, directora del departamento de Salud Mental y Consumo de Sustancias de la Organización Panamericana de la salud (OPS/OMS). Por su parte, la OPS identificó que hasta un 22% del personal médico en la región ha sufrido cuadros depresivos y hasta un 15% pensó en atentar contra su vida, recibiendo solo un tercio de estos atención médica oportuna. De igual forma el estudio dejó al descubierto que los países no han desarrollado políticas específicas para proteger la salud mental de los trabajadores de la salud y de la población.
En ese sentido se encontró que entre los factores de riesgo más importantes están la necesidad de apoyo emocional y económico, la preocupación por contagiar a los familiares y los cambios en las funciones laborales habituales.
“Algunas de las recomendaciones formuladas a partir de los resultados obtenidos son la necesidad de contar con políticas de gobierno específicas para la salud mental de la población (y en particular del personal de salud), así como priorizar un enfoque de género para el manejo de las enfermedades laborales”, señala el estudio.
Desde la OPS indican que estos estudios apenas son la punta del iceberg relacionados a la pandemia y la salud mental, pero ayudan a comprender mejor cual es el panorama que están enfrentando los trabajadores de salud y la población en riesgo.