Estas personas viven en el gimnasio. Gustan mirarse en el espejo cada momento y lo que ven no les satisface. Quieren más. Su mundo está enfocado en eso. Reducen las clases, reducen las salidas con los pocos amigos que tienen para invertir más tiempo en su cuerpo. Antes de comer, leen cada empaque para saber con exactitud las calorías que están ingiriendo. Muchos creen que su valor como persona está muy asociado al físico.
De acuerdo con un estudio, al menos un 3% de la población en el mundo batalla con esta conducta. Los más vulnerables son los atletas aficionados o las personas que tienen mucha presión para verse bien. Caz Nahman, psiquiatra que se especializa en trastornos alimenticios expresa a la BBC que la adicción al ejercicio ingresa en la categoría de la adicción conductual en la cual el comportamiento de una persona se vuelve obsesivo, compulsivo o causa disfunción en la vida de una persona.
“Si bien el ejercicio es beneficioso para la salud mental y se constituye en una excelente forma para evitar la ansiedad y la depresión, sin embargo, cuando es en exceso tiene un impacto negativo que se potencia aún más con las apps de actividad física y las redes sociales que impulsan a la competencia, a subir de secuencias y conseguir logros. Muchas veces la gente lo identifica como dependencia el ejercicio, ejercicio compulsivo o incluso ejercicio obligatorio”, expresa.
Martín Turner, psicólogo del deporte de la Universidad de Manchester, asegura que estas personas que están en permanente competencia atlética creen que “su éxito como atleta refleja su valor como seres humanos y si fracasan en no alcanzar sus metas pues pierden valor frente a la sociedad. “El ejercicio físico no puede devorar todo nuestro tiempo libre. También es necesario respetar las horas de sueño, las de descanso y los horarios de comida”, comentan. Entre los efectos de pasar más tiempo de lo debido en un gimnasio y pendiente del cuerpo mencionan:
1. Trastornos de sueño por mayor pulsación cardiaca.
Un estudio realizado en la Universidad de San Petersburgo (Rusia) encontró que los problemas de sueño eran significativamente más frecuentes en personas que relatan una carga física alta y demostró que los individuos con una carga física alta frecuente fueron más propensos a usar medicamentos para dormir. “Generalmente la incapacidad de dormir se debe al aumento de las pulsaciones cardiacas, las cuales activan en sistema de alerta del organismo y la producción hormonal”. Juan Ruiz, director del Centro de Entrenamiento Personal, recomienda evitar sesiones intensas la última hora de la tarde ya que, además de elevar la frecuencia cardiaca activan el sistema nervioso simpático haciendo que los vasos sanguíneos se estrechen”, comenta.
2. Fatiga crónica que puede alterar su estabilidad emocional.
Cuando la persona se exige más allá de su capacidad de recuperación puede ocasionar una fatiga, o también conocida como el síndrome de sobrentrenamiento, considerándolo como un trastorno nueroendocrino que afecta los nervios y las hormonas y se caracteriza por una fatiga generalizada que afecta todo el cuerpo y la mente. Este estado de fatiga no está restringido solo a atletas. Si se combina el estrés del entrenamiento, las circunstancias personales que exceden la capacidad individual de adaptación y características del ambiente, puede desencadenar en el síndrome de fatiga crónica. “La fatiga es un mecanismo de defensa que se activa ante el deterioro de determinadas funciones orgánicas y celulares (cambios metabólicos, hipoxia, alteraciones hidroeléctricas, etc.) previniendo la aparición de lesiones celulares irreversibles y numerosas lesiones deportivas”, apunta Manuel Rodríguez, experto en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte en España.
3. Debilitamiento del sistema inmunológico.
El ejercicio extremo puede suprimir la respuesta inmune, incrementando la susceptibilidad del organismo a contraer infecciones o resfriados frecuentes, dolores de cabeza y problemas respiratorios. “Cuando se realiza un entrenamiento de alta densidad, se puede experimentar un bajón inmunológico por el gran estrés al que se somete el cuerpo. Influyen en una sustancia química que modulan la respuesta inmunológica que se llaman las citoquinas. Generan un ambiente desfavorable debido al cortisol y la epinefrina, hormonas del estrés generadas en grandes cantidades, aumentando la posibilidad de contraer infecciones”, comentan.
4. ¡Cuidado con la vigorexia!
La vigorexia es una alteración de la imagen corporal debido a una preocupación excesiva por cómo se ve el cuerpo. Se la conoce también como dismorfia muscular (DM). La persona que empieza a realizar ejercicios en exceso intenta obsesivamente aumentar su masa muscular a través de ejercicios, dietas desequilibradas e incluso consumo de diversas sustancias potencialmente nocivas y sin control sanitario como son los esteroides, anabolizantes, hormonas, insulina, entre otros y sin prescripción para la administración. La sintomatología de la vigorexia, según la Asociación Americana de Psiquiatría, está incluida en el capítulo de Trastornos Obsesivos Compulsivos (TOC) relacionados en la categoría de trastorno dismórfico corporal.
“Esta persona siente la necesidad compulsiva de realizar ejercicio físico y llegar a desatender su vida social, sentimental y familiar. Está en constante insatisfacción a pesar del esfuerzo que realiza. Frecuentemente se acompaña de otras alteraciones psicológicas como ansiedad, depresión y los TOC. Se presenta principalmente en personas de entre 18 a 35 años”, expresa María Ángeles Moreno, de la Sociedad Española de Médicos Generales y de la Familia.