Las vacunas forman parte imprescindible de la salud. Desde el nacimiento, toda persona debe afrontar diversas inyectas. Y para poder acceder a una, la vacuna tuvo que superar, según diversas instituciones de salud, al menos cuatro fases de investigación: descubrimiento y optimización, eficacia preclínica, ensayos clínicos -que incluyen al menos tres subfases- y, por último, la fase postautorización.
De acuerdo con un estudio realizado por Carmen Fernández, investigadora del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) de España, la inversión para que una vacuna reciba la autorización para su respectiva comercialización puede superar los 2.900 millones de dólares y demorar de entre 10 a 15 años de investigación dependiendo mucho de la coordinación entre entidades privadas y públicas (Ver aquí).
Miguel, O’Ryan, profesor titular y director de investigación de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, asevera en el documento “Conceptos de eficacia y efectividad en el área biomédica” que, para desarrollar una vacuna es necesario cumplir estudios rigurosos de eficacia y efectividad que pueden demorar como mínimo unos diez años (Ver aquí).
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define a una vacuna como “cualquier preparación destinada a generar inmunidad contra una enfermedad estimulando la producción de anticuerpos”. Indican que pueden derivar de una suspensión de microorganismos muertos, atenuados o también de productos derivados de microorganismos.
“Las vacunas son seguras. Todas las vacunas aprobadas son sometidas a pruebas rigurosas a lo largo de las diferentes fases de los ensayos clínicos y siguen siendo evaluadas regularmente una vez comercializadas (…) la mayoría de las reacciones a las vacunas son leves y temporales”, explica el organismo en un documento difundido en 2018 (Ver aquí).
La “Posición de la OMS frente a las vacunas”, identifica 24 vacunas para inmunizar a los que se someten a la inyecta y son: Tuberculosis (BCG), colérica, dengue, diftérica, influenza tipo B, Hepatitis A, Hepatitis B, Hepatitis E, Virus de Papiloma Humano (PVH), Gripales, Encefalitis japonesa, Paludismo (malaria), Sarampión, Parotiditis, Tosferina, Neumococos, Poliomelitis, Rabia, Rotavirus, Rubéola, Tétanos, Antitifoidicas, Antivaricelosa y Antiamarílica (Ver aquí).
¿En qué consiste cada fase?
- Descubrimiento y optimización:
Para vencer a un virus o una bacteria se necesita saber cómo funciona. En esta etapa los investigadores identifican la secuencia genética y la estructura de un virus o bacteria para llegar a imitar una infección, pero sin enfermarse. Carmen Fernández, del Consejo Estatal de Investigación Científica (CSIC), indica que en esta fase se debe identificar la “diana terapéutica” en un laboratorio, sobre modelos de enfermedad haciendo aproximaciones moleculares, genéticas, clínicas e incluso computacionales.
Cuando ya se identifica y valida la “diana terapéutica” el equipo de investigación multidisciplinario debe diseñar los compuestos bioactivos y las moléculas que pueden interactuar con ella ya sea bloqueando, inhibiendo o activándola según se requiera. Esta etapa exploratoria, según el portal www.historyofvaccines.org puede durar de dos a cuatro años. “Después de hacer una elección y tener una candidata a vacuna recién se considera la siguiente etapa de avance”, asevera Marcos Cavaleri, jefe de estrategias de vacunas y amenazas biológicas para la salud de la Agencia Europea de Medicamentos (EMA) (Ver aquí).
- Eficacia preclínica:
Al interaccionar un fármaco de prueba con un organismo se producen ya sea efectos terapéuticos o, por el contrario, efectos tóxicos. En esta etapa, según Fernández, se debe identificar estas interacciones. “Se debe estudiar el prospecto tanto in vitro (cultivos celulares o en tubos de ensayo) como in vivo (animales de experimentación sometidos a estrictos controles y regulación) para descartar posibles efectos perjudiciales. Esta fase es un puente entre la fase inicial y la clínica en humanos (Ver aquí).
“Se debe probar la vacuna en términos de capacidad, para permitir una respuesta inmunitaria. Antes de ser probada en humanos debe probarse en laboratorio y en animales. Muchas vacunas potenciales fallan en esta etapa ya sea porque los organismos vivos no responden bien o porque hay otras condiciones que cambian su efectividad”, expresa Cavaleri (Ver aquí).
Toda esta información, según Fernández, se recoge en la solicitud de fármaco nuevo en investigación (IND) y se proporciona a las agencias reguladoras con el objeto de obtener el permiso para pasar a ensayos clínicos en humanos. Esta etapa puede demorar de 1 a 2 años, dependiendo de la regulación de cada país.
- Ensayos clínicos:
Los estudios clínicos se rigen por una estricta legislación y puede incluir de tres a cuatro etapas. De acuerdo con Fernández, desde los 10.000 compuestos en promedio que se tiene de partida, a esta etapa llegan un promedio de cinco a diez compuestos. Esta fase se supera posterior a los tres a cinco años. Y las siguientes subfases son:
- Fase I, farmacología humana: En esta etapa se busca demostrar la seguridad del compuesto e ir precisando una pauta básica de administración. Se realiza en grupos pequeños de entre 20 a 80 participantes. Los ensayos pueden ser “no ciegos”, es decir los sujetos de prueba saben si se usa una vacuna o un placebo. En esta fase se estudiará la aparición de efectos dañinos, la tolerancia, los límites de las dosis y determinar el alcance de la respuesta inmunológica que provoca la vacuna.
- Fase II, exploración terapéutica: Si la fase I concluye con resultados óptimos, se inicia esta fase que, por lo general incluye de 100 a 500 voluntarios que padecen la enfermedad bajo criterios estrictos de homogeneidad y tienen el objetivo de determinar la eficacia para el tratamiento de la enfermedad, de la prevención de la enfermedad (si el voluntario ya la padece), se caracteriza la dosis y se establece la relación entre dosis-respuesta. Pueden incluir un grupo de placebos también.
- Fase III, confirmación terapéutica: En esta etapa los grupos de estudio pueden ser desde 1.000 a 5.000. Aquí ya se realizan los ensayos de “doble ciego” (no saben los médicos ni el paciente del medicamento que se suministra) y cruzados. Muchos efectos tóxicos, sobre todo los derivados de procesos inmunológicos, se observan por primera vez en esta fase. Desde la firma farmacéutica GSK, de Londres, indican que los estudios de fase III pueden durar años ya que, si llega a superar los desafíos y garantizar resultados positivos tras el ensayo, ya se puede buscar la aprobación de los organismos reguladores (Ver aquí).
- Fase IV, eficacia y adaptación: En esta fase se responde las siguientes preguntas: ¿la vacuna candidata previene la enfermedad? ¿previene la infección por el patógeno? ¿conduce a la producción de anticuerpos u otro tipo de respuestas inmunológicas relacionadas con el patógeno? Si las respuestas no son argumentos suficientes para presentar a las autoridades de salud se debe pasar a esta cuarta fase con dos propósitos: el fármaco puede mejorarse y argumentar las dudas de las autoridades reguladoras.
- Post-autorización: Si el grupo de organizaciones que han promovido la investigación de una vacuna superan todas estas fases y demuestran eficacia terapéutica del fármaco como seguridad, se solicita a las agencias reguladoras el permiso para la comercialización del nuevo fármaco.
“La vigilancia no acaba aquí. Las empresas farmacéuticas deben trabajar, por un lado, en el prospecto, la presentación, el etiquetado y, por otro lado, deben seguir informando a las autoridades competentes del sector que, en el caso de Europa se hace cada tres meses durante el primer año, cada seis meses el segundo y posteriormente año a año. “Si la vacuna genera efectos adversos puede retirarse del mercado”, asevera Fernández, autora del libro ¿Cómo se fabrican los medicamentos?
“Los plazos en ciencia son estos (los mencionados) y hay que ser prudentes ya que es la única forma de garantizar que, cuando una vacuna, por ejemplo, para el SARS-CoV-2 llegue al mercado, lo haga con toda la seguridad y eficacia que son necesarias”, arguyó la investigadora.
Para regular este procedimiento, en Bolivia existe el “Manual para registro sanitario de vacunas” aprobado mediante Resolución Ministerial 0512 el 5 de septiembre de 2003. En dicho documento, se menciona que para la inscripción de una nueva vacuna se debe completar al menos seis pasos que pasan por la Comisión Farmacológica Nacional y debe ser presentado por una regenta farmacéutica.
Todo el proceso debe ser presentado en seis ejemplares donde se incluya a detalle al menos cinco fases: información general, información preclínica, información toxicológica, etiquetas y prospecto e información complementaria.
“El proceso de producción tanto de los antígenos que componen la vacuna como del producto final, deben ajustarse a la normativa establecida por el Comité de Expertos en Productos Biológicos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), o a las normas de otras autoridades y organismos reguladores como F.D.A (Administración de Medicamentos y Alimentos)., I.C.H. (Consejo Internacional de Armonización) o E.M.E.A (Agencia Europea de Medicamentos) (Ver aquí).