El uso de dióxido de cloro (ClO2) para tratar a personas enfermas con COVID-19 ha generado densas discusiones en el ámbito de los profesionales de la salud y las familias que lo han utilizado como alternativa. Por un lado, se encuentran los médicos y salubristas que cuestionan al químico por generar presuntos efectos adversos y lo asocian con “lejía, lavandina u otro desinfectante de superficies” y, por otro lado, están los que promueven su consumo y lo fundamentan a través de testimonios de personas recuperadas y el derecho del “bien mayor”.
El debate, después de cinco meses de cuarentena que vive Bolivia y más de 3.800 muertes de personas que contrajeron el COVID-19, es fluido. La difusión de estudios exploratorios con métodos científicos contrastados que validen tanto las posturas a favor como en contra del uso del dióxido de cloro para tratar personas con COVID-19 en el país, sigue siendo la debilidad en ambas discusiones.
Detallamos los argumentos de ambos grupos de profesionales con el propósito de que el lector asuma una postura propia.
Instituciones foráneas que lo desaprueban
Una de las instituciones que hizo público una advertencia sobre el tema fue la FDA (Food & Drug Administration) con sede en EEUU. En dicho documento (Ver aquí), publicado el 8 de abril de 2020, advierte a los consumidores no comprar “productos fraudulentos y nocivos” conocidos como Miracle Mineral Solution (solución mineral milagrosa o MMS) ya que la agencia “no tiene conocimiento de ninguna evidencia científica que apoye su seguridad o eficacia y presentan riesgos considerables a la salud de los pacientes”.
La FDA indica que estos productos se venden a través de sitios web como un líquido que es 28% clorito sódico en agua destilada y se instruye mezclar esta solución con ácido cítrico, jugo de limón o lima u otro ácido ante de tomarlo. “En muchas ocasiones el clorito sódico se vende como parte de un kit con un ácido cítrico que sirve como activador y cuando se añade el ácido la mezcla se convierte en dióxido de cloro”.
En dicho documento argumentan que la FDA ha recibido reportes de personas que experimentaron al menos siete efectos adversos después de tomar dióxido de cloro: Insuficiencia respiratoria donde se reduce el oxígeno que se transporta por el torrente sanguíneo, cambios en la actividad eléctrica del corazón, baja presión arterial mortal causada por la deshidratación, insuficiencia hepática aguda, conteo bajo de células sanguíneas por destrucción de los glóbulos rojos, vómitos severos y diarrea severa.
Cinco meses antes, el 23 de noviembre de 2019, la Dirección General de Medicamentos, Insumos y Drogas (Digemid) del Ministerio de Salud de Perú, emitió la Alerta N° 41-2019 donde recomienda “no comprar el MMS ni tampoco los CDS u otros productos similares que contengan clorito de sodio y/o dióxido de cloro por los riesgos que significan para la salud y porque no cuentan con registro sanitario e incluso invitan a denunciarlo (Ver aquí).
El 16 de julio de 2020, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) hace un recuento de más de nueve organizaciones de países como Argentina Colombia, México, Ecuador, Centroamérica, Madrid, Paraguay e incluso Bolivia relacionadas a la salud donde reitera “no recomendar el uso de productos a base de dióxido de cloro o clorito de sodio por vía oral o parenteral en pacientes con sospecha o diagnóstico de COVID-19 porque no hay evidencia sobre su eficacia y la ingesta o inhalación de estos productos podría ocasione graves efectos adversos ((Ver aquí)
“El dióxido de cloro y el clorito sódico reaccionan rápidamente en los tejidos humanos y, si se ingieren pueden causar irritación de la boca, el esófago y el estómago con un cuadro digestivo irritativo severo que incluye náuseas, vómitos y diarreas, además de trastornos hematológicos”, describen en el documento.
Rodrigo Arce Cardozo, epidemiólogo boliviano e investigador clínico de la Universidad de Nueva York (NYU), indicó a El País de España, que existen múltiples investigaciones sobre el uso de dióxido de cloro, pero como desinfectante de superficies y purificador de aguas con estudios de toxicidad incluidos ((Ver aquí).
El experto comenta que para hacer un estudio en personas se debe aprobar primeramente un camino biológico que debe cumplir el principio activo como, por ejemplo, si tiene compatibilidad con la vida de animales, después se pasa por estudios de seguridad en grupos pequeños que no están enfermos, luego en estudios clínicos con pacientes y después con los resultados se hace los estudios en personas que tienen la enfermedad, procesos que suelen demorar entre 10 a 15 años de investigación (Ver aquí).
La medicina alternativa que lo defiende
Federico Anze habla con un medio español desde un jardín ubicado en el corazón de Bolivia mientras en la farmacia donde trabaja como bioquímico farmacéutico más de 200 personas a diario, hacen largas filas para adquirir un bote de dióxido de cloro desde donde fabrica y comercializa.
“La dosis es de 10 mililitros de dióxido de cloro en un litro de agua durante un día. La persona que toma esto, si está infectada o no, su cuerpo empieza a producir anticuerpos contra este virus. El dióxido de cloro destruye las capas que recubren el virus y se vuelve curativo y preventivo”, asevera (Ver aquí).
Patricia Callisperis Vieira Días, doctora con especialidad en ortopedia y traumatología en Brasil, fue una de las primeras profesionales que puso el tema del dióxido de cloro en el debate. En una de sus intervenciones en el Gobierno Municipal de Oruro ((Ver aquí) la especialista cuestionó la labor de los médicos que solo copian y no estudian ni analizan, refiriéndose a los comunicados de la FDA que “no ha mostrado ni un solo caso real y específico de sus hallazgos”.
Callisperis indicó que forma parte de la Coalición Mundial Unida para Salvar Vidas (Comusav) que agrupa a una red de médicos en el mundo que defienden este tratamiento y están realizando al menos 7 estudios de seguimiento para validar este químico en el tratamiento contra el COVID-19. Aseguró que en Bolivia más de 250 médicos lo están ocupando con resultados efectivos.
“¿Cómo puede ser absorbido oxígeno a través de un líquido? Hay estudios que indican que se trata de una enzima gástrica que libera el dióxido de cloro al interior del torrente sanguíneos gracias a dos moléculas de oxígeno que se adhieren a la hemoglobina y el cloro se convierte en sal. Hay estudios con gasometría en paciente y se ha demostrado que ninguno ha tenido aumento de cloro ni menos en niveles de toxicidad. No se debe confundir si con el hipoclorito de sodio”, aseveró.
Otro de los precursores en presentar al dióxido de cloro como un tratamiento alternativo al COVID-19 es Andreas Ludwig Kalcker. Se presenta como biofísico científico alemán, con más de 13 años trabajando con el dióxido de cloro, unas 3 patentes, escritor del libro “Salud prohibida: incurable era ayer” donde describe que “La intención de este libro es abrir los ojos a todos aquellos que han sido programados y han recibido una educación, basada en un sistema educativo de obediencia, de ‘creer’ en hechos científicos, sin cuestionarlos ni por un momento”. (Ver aquí)
Por esta actitud a un sistema, Kalcker ha recibido el rechazo de muchas comunidades científicas e incluso en el buscador de Google, cuando se coloca su nombre primero aparece una advertencia pagada de la OMS sobre él. En su portal web, Kalcker (Ver aquí) empieza definiendo algunos términos:
MMS: Es la mezcla de clorito sódico (NaClO2) activado con ácido cítrico.
CD: Es la mezcla de clorito sódico (NaClO2) activado con ácido clorhídrico.
CDS: Es solo el gas de la mezcla disuelto en agua que es pH neutro
Él dice que hoy ya se utiliza el ácido cítrico al 50% sino al 4% y para evitar confusiones él le llama como CD, abreviatura de las palabras inglesas (Chlorine dioxide) o dióxido de cloro. “El CD es mucho más llevadero y eficaz que el antiguo MMS activado con ácido cítrico al 50%”, aclara.
Y ¿cómo funciona el CD en el cuerpo? Kalcker dice que se trata de un ion de cloro y dos de oxígeno que se convierten en una sal con oxígeno con una carga eléctrica y que por oxidación elimina un patógeno -virus, hongos o bacterias- se convierte en oxígeno y vuelve a salir. “El oxígeno no se acumula en el cuerpo y tiene un proceso farmacodinámico muy diferente. Los que hace es similar a los neutrófilos en el proceso de fagocitosis: engullir y combustionar al enemigo”, comenta. ((Ver aquí).
“El que no quiere encontrar los documentos no los encuentra. Tenemos resultados en Ecuador de 100 personas, 97 se recuperaron en cuatro días. Tenemos más de 50 investigadores trabajando en 7 países y hay y más de 5.000 casos recuperados”, comenta Kalcker citando posteriormente el artículo 37 de la Declaración de Helsinki, adoptada por la Asociación Médica Mundial desde julio de 1964 (Ver aquí)
En dicho artículo declaran que “cuando en la atención de un paciente las intervenciones probadas no existen o han resultado ineficaces, el médico, después de pedir consejo de expertos y con el consentimiento informado del paciente o un representante legal, puede usar intervenciones no comprobadas si, a su juicio ello da alguna esperanza de salvar vida, restituir la salud o aliviar el sufrimiento”.
Kalcker menciona 26 protocolos para preparar el CD que varía de acuerdo a la enfermedad. Para tratar el COVID-19 el investigador narra en una entrevista en un medio de televisión que el CDS se debe “tomar 5 ml de clorito sódico -no hipoclorito- y otros 5 ml del activador. Si ambos elementos son auténticos y no adulterados, la composición cambia inmediatamente de color amarillo. Si es lavandina o lejía no cambia de color. Una vez mezclado, se coloca por 12 horas el envase en el centro de otro envase de cristal con agua y tapa. El agua va absorbiendo el gas y este se satura color amarillo hasta alcanzar los 3.000 PPM (partes por millón). Antes de abrirlo se debe refrigerar para evitar la salida del gas. Luego se toma una jeringa de 10 ml, se mezcla en un litro de agua y la persona puede ir tomando durante el día dependiendo de su estado de salud”, narra (Ver aquí)
En reiteradas veces, el Ministerio de Salud emitió diversos comunicados prohibiendo el uso del dióxido de cloro -varios medios hicieron eco de esta noticia- argumentando que “no está reconocido como medicamento y es nocivo para el organismo”. Desde esta cartera de Estado “han pedido a los médicos que hagan llegar sus protocolos para mostrar su efectividad científica y clínica y no han recibido respuesta al respecto”, según mencionó Eidy Roca, ministra de Salud (Ver aquí).
Entre tanto, el Senado de Bolivia aprobó, a fines de julio, el proyecto de ley 2019-19 CS para “autorizar la elaboración, comercialización, suministro, y uso de la solución dióxido de cloro (SDC) como prevención y tratamiento ante la pandemia del Coronavirus”(Ver aquí).
¿Qué decisión tomar? En todos los casos, consulte a un profesional que conozca del tema, tenga información veraz y experiencia comprobada en el tratamiento.