La báscula marcó 8,3 kilos. Marianita sonríe vista al techo del consultorio ante las miradas de sus padres y del doctor. Tiene apenas cuatro meses de nacida y los cachetes redonditos. “Miren qué gordita está, es una bebé sanita y fuerte”, dicen los familiares. De acuerdo a un estudio acerca de la equivalencia adecuada de peso y talla para bebés, un recién nacido de cuatro meses debe pesar entre 5,3 y 6,9 kilos, si es niña; y entre 5,7 y 7,6 kilos, si es varón. Claramente Marianita afronta un problema a temprana edad. (Ver aquí)
El sobrepeso en neonatos es una dificultad poco abordada en nuestro medio, y muchas veces, es nublado por creencias culturales como aumentar cereal al biberón para que el bebé engorde, demasiada ingesta de azúcar o, incluso, lactancia desmedida. Estas prácticas pueden desencadenar un inconveniente futuro para el niño: la obesidad infantil y adulta.
Otra investigación comprueba que los bebés que ganan kilos rápidamente durante los primeros meses de vida tienen hasta un 40% más riesgo de ser niños obesos. “Por eso, la primera etapa de vida es un periodo crucial para tomar las medidas necesarias y evitar que el neonato se convierta en un niño con sobrepeso”, afirma Elsie Taveras, especialista de Harvard y principal firmante del estudio, que se publicó en la revista Pediatrics.
En dicho estudio de corte prospectivo se estudió a 559 niños, el peso medio de los participantes al nacer, a los seis meses y a los tres años fue, respectivamente, de 3,55 kg., 8,15 kg., y 15,67 kg. La altura media fue de 49,9 cm., 66,9 cm., y 97,4 cm. A los tres años, el 9% de los niños era obeso. Para mostrar la estricta relación que existe entre un rápido aumento de peso y una temprana obesidad, los autores ponen de ejemplo a dos niños que tenían el mismo peso al nacer pero que a los seis meses uno pesaba 7,7 kg y el otro 8,4 kg. Esta diferencia de tan sólo 0,7 kg supone que el segundo bebé tiene un 40% más riesgo que el primero de ser obeso y tener más tejido adiposo cuando cumpla tres años”, dicta parte de la investigación. (Ver aquí)
Entonces, ¿es algo hereditario? No siempre. En realidad, hay muy pocas condiciones genéticas que causen obesidad. Lo que generalmente se transmite son los malos hábitos alimentarios y el sedentarismo. “Los lactantes de 12 meses realizan una ingesta de azúcares libres muy superior a la recomendada. Esta ingesta elevada podría ser un factor de riesgo de exceso de peso ya en edades tempranas”, señala un estudio longitudinal acerca del consumo de azúcares libres y su relación con el exceso de peso a temprana edad.
Resultados: un 40,4% de los niños de 12 meses realizaron ingestas de azúcares libres superiores a las recomendadas, siendo significativamente mayores en los niños con exceso de peso a los 30 meses (60,9%). La mayor ingesta de azúcares libres a los 12 meses se asocia a un mayor riesgo de exceso de peso a los 30 meses. (Ver aquí)
La lactancia materna supone un factor de protección contra la obesidad infantil y adulta. Un cambio en las pautas de alimentación del lactante empieza a ser imprescindible para contener la epidemia de obesidad infantil. Por ejemplo, otro estudio de la revista Pediatrics acerca del volumen y frecuencia de la lactancia materna, asegura que Los lactantes sanos y exclusivamente amamantados de 1 a 6 meses consumen hasta 240g de leche entre 6 y 18 veces durante 24 horas. El contenido de grasa de la leche materna varía entre las madres (22,3–61,6 g/L) y durante y entre amamantamientos, pero la cantidad de grasa consumida por el lactante es independiente de la frecuencia de la lactancia. (Ver aquí)
Especialistas sugieren algunos consejos para mantener a un bebé en un peso saludable; por ejemplo, es importante controlar el peso de la madre durante el embarazo, limitar a los niños el consumo de bebidas endulzadas con azúcar, no recurrir automáticamente al amamanto cuando el neonato llore, limitar el uso de la televisión a temprana edad.
Hace décadas, la obesidad infantil era algo ocasional, hoy, se ha convertido en una epidemia cultural que en los países desarrollados afecta aproximadamente al 15% de los menores. En Bolivia, esta realidad no es muy diferente.